22 de febrero de 2011

20 Septiembre de 2008



"Todo se deshizo dentro mío.(...) Cada cuerda que sostenía mi vida se separó en suaves cortes, alejándose, como si las hubiese anudado a globos. Todo aquello que me había echo quien era (...)el amor por mi padre, la lealtad a mi grupo, el amor por mis otros hermanos, el rencor hacia mis enemigos, mi casa, mi nombre, yo mismo—todo se desconectó en ese segundo —snip, snip, snip— y flotó hacia el espacio.

Pero yo no estaba a la deriva. Una nueva cuerda me sostenía donde estaba.

No una cuerda, un millón de cuerdas. No eran cuerdas, eran cables de acero. Un millón de cables de acero uniéndome a una cosa —el mismísimo centro del universo.

-Ahora podía verlo— como el universo se enroscaba en torno a este único punto. Nunca antes había sido capás de vislumbrar la simetría del universo, pero ahora era simple.

La gravedad de la tierra ya no me ataba al lugar en donde estaba de pie. Era ella quien me mantenía de pie ahora."

S.M.

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