27 de noviembre de 2013

Crecer amando las historias, criarse entre mundos de fantasía, en los cuales todo es posible y una nueva aventura aguarda en la vuelta de cada esquina, detrás de la portada de cada libro...es una bomba programada, un caramelo cociendose... La imaginación se estira, se expande caprichosa, siempre con sed de más, alimentandose sin fin de cultura, pasiones, historias. Miles de vidas, dentro de un corazón. Así nos acostumbramos a vivir, y nos sentimos invencibles, infinitos, inmortales. Con el tiempo las ambiciones se tuercen. Los sueños se deshacen. Porque no podemos evitar ver más allá de lo posible. La maldición está echada. El caramelo se quema, se vuelve amargo. Porque quien ha conocido todas las maravillas de la imaginacion, los sueños concentrados de tantas generaciones, ya no puede dejarlo atrás. No hay sueño ni ambición en el mundo que nos satisfaga. No hay experiencia en este planeta que aplaque nuestro hambre de deseo. Enfermos de deseo, de pasiones y de magia. La mejor de las enfermedades. La peor de todas.