28 de septiembre de 2011


"...No existe ninguna diferencia entre la vida de los demás y nuestra propia vida, dando con ello a los hombres una dilatadísima y colosal personalidad. Desde su aparición, la historia de cada individuo en sí es, o puede llegar a ser, la historia del mundo todo.
Es verdad que la cultura ha elevado la personalidad del hombre. El arte ha potenciado al infinito nuestro espíritu. El que posee un temperamento de artista acompaña al Dante en el destierro y aprende qué salado es el pan ajeno, qué empinadas son las gradas de su ruta e inclusive, logrando por un momento la serenidad de Goethe, sabe muy bien que Baudelaire le gritó a su dios:


Ah Seigneur! , donnez moi la force et le courage 
De contempler mon corps et mon coeur sans dégout!


Indaga, quizá para su propio detrimento, el secreto del amor de los sonetos de Shakespeare y se lo apropia; mira con ojos nuevos la vida moderna, porque ha oído uno de los nocturnos de Chopin o porque se ha introducido en las artes helenas. Pero la expansión del temperamento del artista se dirige obligadamente hacia cuanto ha logrado su expresión; lo mismo en las palabras que en los colores, y en los colores que en el mármol, tras las pintadas máscaras de un drama de Esquilo, o por medio de las flautas de un pastor siciliano, se manifiestan el hombre y su misión en el mundo."






O.Wilde



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