23 de mayo de 2011

"...Me decías que no tenías conmigo 'deuda espiritual de ninguna clase'. Al leer esta afirmación, entendí que era la única verdad que me habías escrito desde el inicio de nuestra amistad. Comprendí que alguien menos culto que yo te habría correspondido mucho mejor. No interpretes en esto la menor mordacidad; lo apunto simplemente como algo que regula todas las relaciones sociales. Sabemos que la conversación es el eje de todas, lo mismo en el matrimonio que en la amistad. La comunicación humana requiere una base común, y ésta no puede existir entre dos seres de cultura completamente distinta. La vulgaridad en el modo de pensar y de obrar no deja de tener cierto atractivo; expresa un tipo de discurso a veces muy ingenioso, utilizado por mí en muchas paradojas y obras de teatro; pero a menudo, yo mismo me hastiaba de este recurso aburrido y, en ocaciones necio. Sólo hemos coincidido en el fango, donde, por muy fascinante que fuese el tema de tu conversación, acababa por resultarme demasiado monótona e intrascendente. Por lo general, me moría de aburrimiento, pero lo soportaba, igual que tu aficción por las varietés o tu manía de despilfarrar en el comer y el beber. A esto no había más remedio que resignarse, y formaba parte del alto precio que había que pagar por tu afecto..."

O.Wilde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario